miércoles, 28 de noviembre de 2012

Soy una vaga

Sí, lo que leen, soy una vaga. Y es que durante el curso escolar, me levanto a las 6:00 para estar en el hospital a las 8:00 para ir a prácticas (cuando podría estar a las 9:00 que es a la hora a la que la mayoría de mis profesores se dignan a aparecer) y estoy allí hasta las once. En ese momento tengo una hora y media para llegar hasta la facultad (que está a una hora del hospital ya sea en guagua o en coche) y comer. A las 12:30 tengo que meterme en clase hasta las 16:30. Cuatro horas que pueden ser de total provecho o que pueden no servir para nada (profesores que leen diapositivas o que ni siquiera aparecen por clase, etc). Cuando termino las clases vuelvo a mi casa, ceno (yes, sir) y me pongo a estudiar. Un par de veces a la semana me permito el lujo de malgastar mi tiempo en ir a hacer deporte y me cojo un día libre a la semana en el que no quiero ni oír hablar de la medicina. Y sí, vale, que sólo tengo mes y medio de prácticas; pero es que cuando no tengo que ir al hospital empleo mi tiempo "libre" de la mañana en estudiar. Así que, sin estar de exámenes, mi jornada de estudio va de las seis a las ocho horas.

Pues al Rector y al Consejo Social de mi Universidad le parece que esto no es estudiar y que como soy una vaga tengo que tener una Normativa de Permanencia para asegurarse de que saco todas las asignaturas año por año (cosa, que, en medicina, es imposible a partir de tercero). Por ejemplo, a partir de ahora sólo voy a poder coger diez asignaturas por año, no más. Es decir, ¿qué pasa si me queda una del curso pasado? No cojo una del curso siguiente. ¿Y qué pasa si no la recupero en Diciembre, por ejemplo? Que me quedo en la  carrera un curso más por una asignatura. Además, tendrán preferencia las asignaturas de cursos inferiores, así que, si tienes una asignatura que se atraviesa, reza y ya veremos. Otro aspecto importante, y sin duda el que más me duele de todos, es que, aunque no te presentes a un examen de una asignatura, correrá convocatoria. Es decir, yo no me presento a un examen, porque resulta que tengo tres exámenes en una semana (de asignaturas con apuntes de más de 500 páginas) y sólo tengo dos semanas para prepararme los tres, y me cuenta como suspenso. Pues bien vamos. 

Hablando el otro día con un compañero, me di cuenta de que varias personas de mi clase están desarrollando enfermedades causadas por el estrés y además, graves. Yo misma participé en un estudio el curso pasado (a final de curso) y una de las conclusiones que obtuvieron fue que debía tomar más el sol, que estaba teniendo déficit y no era por la alimentación (tenía más que ver estar todo el día en la biblioteca y salir cuando ya había anochecido, más bien). Y, sin embargo, los jefazos, luciendo sus trajes y sus gordas barrigas (sí, me he enfadado) nos siguen diciendo que somos unos vagos. No digo que no tenga que haber una Normativa de Permanencia, simplemente quiero que pasen una semana en la vida de un estudiante de cada carrera universitaria y comprueben cuál es su realidad. Tan sólo entonces podrán determinar las condiciones necesarias para permanecer o no en la carrera. Y ni eso.

domingo, 18 de noviembre de 2012

Entre dos tierras

Durante nuestros estudios, y de forma concreta en la práctica clínica, el estudiante de medicina sufre una evolución que consiste en pasar de un lado de la mesa, como paciente (quién más, quien menos ha ido al centro de salud alguna vez) a estar en el otro lado, como médico. Sin embargo, y como he dicho, ese proceso no es instantáneo, y hay una etapa en medio que muchos de los que ya están "al otro lado" parecen haber olvidado.

Cuando estás en prácticas en una consulta, sueles estar detrás de la mesa, junto al médico, pero en muchas ocasiones estás en una posición entre médico y paciente, por lo que puedes ver y analizar el comportamiento de ambos. Es una perspectiva que se pierde cuando estás situada en uno de los dos extremos, y que creo que es muy enriquecedora. Porque no hay que olvidar que nuestra profesión es de cara al público (aunque sea todo privado, entre cuatro paredes y con la puerta cerrada) y tratamos con seres humanos, así que de nada me vale saberme todas las patologías del mundo si después me llega un paciente nuevo y no le digo ni "Buenos días" (aunque, ojo, la educación la debe traer uno ya de casa cuando entra en la carrera).

Nuestros profesores no se cansan de repetirnos que debemos tratar el paciente con "mimo y cariño", que tenemos que respetarle; pero sin embargo vas al día siguiente al hospital y te toca con un médico que ni siquiera mira al paciente a los ojos (y vete tú a decirle algo). Un paciente que ve que no tienes interés en él (o que al menos lo piensa por tu comportamiento), es un paciente que no te va a preguntar algo que le dé mucha vergüenza, por ejemplo, y que puede ser importante a la hora de tratarle.

En fin, me gusta pensar que en mi futura profesión no hay extremos, no hay blancos o negros, sino grises, todo matices; que debemos ponernos en el lugar del paciente (a nadie le gusta estar enfermo, hay que comprender las dudas, los miedos y las inseguridades de esa persona) y del médico (que quiere atender al paciente lo mejor posible y que debe tener en cuenta, y más en estos días, a cuántas personas tiene que atender, el tiempo que tiene para hacerlo, los recursos de los que dispone, etc...; al fin y al cabo es un trabajador más). Y tal vez, sólo tal vez, de esa manera lleguemos a ser grandes médicos. Aunque desde hace mucho opino que, antes de ser buen médico, hay que ser buena persona.

domingo, 4 de noviembre de 2012

Cuenta atrás

En su momento dije que no me hacía nada de gracia la cirugía, lo cuál es cierto. Sin embargo, no me desagrada otro de los papeles a desarrollar en el quirófano: el del anestesiólogo. En lo poco que he visto, creo que es un médico fundamental y al cuál se le menciona poco (menos si lo que le toca va mal, por supuesto). El anestesiólogo es de las últimas personas con las que hablas antes de dormirte, la última que ves mientras te duermes, y la que está a tu lado mientras te despiertas en quirófano (cosa que no recordarás). No he estado más allá, pero quiero suponer que también pasa a verte a la Sala de Despertares. 

A veces se comenta que la especialidad de Anestesia es la más cómoda: duermes al paciente, controlas todo durante la operación (es decir, estás sentado con un papel delante durante lo que dura la cirugía) y luego lo despiertas. También es verdad que es una de las que más responsabilidades tiene: a la mínima que te equivoques puedes hacerle daño al paciente. Sin embargo, en el tiempo que estuve al lado de los anestesiólogos en el quirófano quise mirar un poco más allá, y lo que vi me gustó. 

Hemos de recordar que la vida es el único patrimonio que tiene una persona, su bien más preciado; no hay que olvidar que una persona te ha autorizado a ti (vil mortal) a mantenerlo vivo durante unas horas. Por eso el hecho de tratarlo por su nombre ("Venga Juan, vaya respirando por la mascarilla, esto es sólo aire"), en un tono amable (casi cariñoso) mientras se queda dormido; ser preciso y a la vez cuidadoso a la hora de intubarlo, despertarle con suavidad una vez ha terminado la cirugía, etc; son aspectos fundamentales. 

Visto desde fuera puede parecer que soy exagerada y que me fijo demasiado en los detalles, pero cuando estás en ello, ventilando al paciente, sientes que sujetas una fina cuerda y una gran responsabilidad. Dentro de los actos que puede realizar un ser humano, tratar con dulzura, paciencia y cariño a quién ha depositado su vida en tus manos me parece de los más extraordinarios.

Ah, y lo de la cuenta atrás...pues para las películas queda.